En una era dominada por los currículums vítae digitales y los perfiles en LinkedIn, resulta curioso y hasta entrañable revisar cómo se presentaban los aspirantes a un trabajo en la década de los setenta. Steve Jobs, cofundador de Apple y uno de los visionarios más grandes del mundo tecnológico, no fue la excepción. Su primer currículum, elaborado a puño y letra en 1973, muestra una faceta humana que contrasta marcadamente con la imagen que todos conocemos de él como un imponente magnate de Silicon Valley.
Este documento, que ha sido subastado varias veces en los últimos años, nos brinda una perspectiva única sobre los primeros pasos de Jobs en el mundo laboral. Redactado con una caligrafía juvenil y un tanto desprolija, el currículum carece de foto y comprende solo una hoja de papel. Jobs apuntó información básica como su nombre, dirección y número telefónico, además de detallar sus intereses y habilidades. Resulta impresionante observar cómo, aun en su temprana edad, Jobs ya mostraba inclinaciones hacia la tecnología y el diseño, campos en los que finalmente dejaría una marca indeleble.
En su CV, bajo el apartado de “Habilidades Especiales”, Jobs escribió “Ingeniero en Computación y Diseño”. Aunque los términos eran muy generales, se vislumbra claramente su futura grandeza. También declaró que no disponía de teléfono, anotando como medio de contacto su dirección postal. Otro dato curioso es que Jobs mencionó tener un carnet de conducir, pero sin vehículo propio. Este detalle, en retrospectiva, subraya los humildes inicios desde los cuales emergió uno de los grandes innovadores de nuestro tiempo.
La desprolijidad de este currículum, lejos de restar mérito a Jobs, le otorga un carácter auténtico y honesto que hoy en día escasea. En un mundo donde se valora la perfección y la presentación impecable, resulta refrescante recordar que incluso las leyendas comenzaron desde cero, con un simple papel y un lápiz. Este vistazo detenido y personal al pasado de Steve Jobs no solo destaca la importancia de la perseverancia y la pasión, sino también subraya que la innovación puede surgir de los lugares más humildes. Esa hoja de papel, sin adornos ni pretensiones, fue el primer paso hacia la construcción de un imperio tecnológico que cambiaría el mundo para siempre.