Especialistas de América Latina, Europa y Estados Unidos han encendido las alarmas respecto a los efectos de la inteligencia artificial (IA) en la democracia y en los procesos electorales. En una serie de paneles de discusión y conferencias organizadas en distintas partes del mundo, se ha analizado detenidamente cómo esta tecnología podría estar moldeando el paisaje político y social de diversas regiones.
Durante estos encuentros, los expertos han destacado que la inteligencia artificial tiene el potencial de profundizar las desigualdades en América Latina. Según estos referentes, la IA podría no solo influenciar el acceso y la calidad de la información que consume la ciudadanía, sino también incidir en la toma de decisiones políticas de una manera sin precedentes. La preocupación radica en que los algoritmos, que son la base de esta tecnología, están diseñados y operados en su mayoría por empresas privadas que pueden tener intereses específicos, los cuales no siempre van de la mano con el bienestar público.
Analistas políticos han manifestado que el uso de la inteligencia artificial en las elecciones presenta tanto oportunidades como riesgos. Por un lado, esta tecnología podría mejorar la eficiencia del conteo de votos y la transparencia del proceso. No obstante, también se advierte sobre la posibilidad de manipulación de las opiniones públicas a través de la propagación de noticias falsas y de información segmentada dirigida a distintos públicos. Esta segmentación podría crear burbujas de información y polarizar aún más las sociedades, complicando el diálogo y el consenso político.
Además, se hizo hincapié en la falta de regulación adecuada para el uso de la inteligencia artificial en contextos democráticos. Los expertos coincidieron en que es urgente desarrollar marcos legales y éticos que guíen el uso de esta tecnología, con el objetivo de proteger la integridad de los sistemas democráticos y garantizar que sus beneficios se distribuyan de manera equitativa entre todos los sectores de la sociedad. También se sugirió la creación de organismos supervisores independientes que puedan monitorear y evaluar el impacto de la IA en las democracias del mundo.