En el último mes, el crecimiento del crédito en China ha mostrado una desaceleración más pronunciada de lo que se había anticipado previamente, revelando una demanda anémica del sector privado. Esta tendencia subraya una realidad inquietante para la segunda economía más grande del mundo: las políticas de estímulo implementadas por las autoridades aún no han logrado incidir de manera significativa en la revitalización económica del país.
La desaceleración en el crecimiento del crédito es un reflejo de la vacilación del sector privado para invertir y gastar, dado un entorno económico que todavía muestra signos de fragilidad e incertidumbre. Las cifras recientes sugieren que el estímulo no está logrando el efecto de arrastre esperado para estimular la confianza empresarial y el consumo doméstico, factores críticos para la recuperación sostenida de cualquier economía. Los datos publicados por el Banco Popular de China han mostrado que los nuevos préstamos otorgados en octubre fueron significativamente menores a los de meses anteriores, una señal alarmante de que las políticas monetarias favorables, como la reducción de tasas de interés y el aumento del gasto público, no están siendo suficientes para reanimar la actividad económica con la urgencia que se requiere.
Frente a este panorama, los expertos en economía opinan que la estructura de consumo interna aún no ha alcanzado un punto de inflexión claro que pueda propiciar un robusto ciclo de crecimiento autosuficiente. Esto se traduce en una prolongada dependencia de las exportaciones en ciertos sectores, así como una lenta adaptación a los cambios de la cadena de suministro global, en parte afectados por las tensiones comerciales y las disrupciones ocasionadas por la pandemia de COVID-19. Asimismo, las autoridades chinas enfrentan el desafío de balancear las medidas de estímulo con el control de la deuda nacional, que ha alcanzado niveles preocupantes en términos históricamente comparativos. Esta situación es particularmente relevante en la gestión de las deudas de gobiernos locales y de empresas estatales, elementos cruciales a la hora de abordar la salud fiscal y la sostenibilidad a largo plazo de la economía china.
Ante este escenario, los líderes económicos chinos se encuentran en una encrucijada: continuar intensificando los estímulos podría reactivar el crédito y promover un repunte más considerable en el corto plazo, pero también podría agravar la sobrecarga de deuda en un momento en que la estabilidad financiera global es vulnerable. En contrapartida, una postura de espera hasta que el impacto de las reformas previas comience a materializarse podría prolongar el tiempo necesario para ver signos claros de mejoría. Sin embargo, lo que está claro es que encontrar el equilibrio en estas circunstancias es crucial, no solo para China, sino también para el impulso del crecimiento económico mundial adjunto al apetito de mercado de uno de sus jugadores más importantes.
En conclusión, aunque China ha implementado una serie de medidas destinadas a soportar su economía durante estos complejos tiempos, la efectividad de dichas políticas yace actualmente en duda y su impacto en el crédito continúa siendo limitado. Los próximos meses serán críticos para determinar si la segunda mayor economía logra ajustar su curso hacia una senda de crecimiento más saludable y sostenible, capaz de contribuir significativamente al equilibrio económico global.